Utilizar la misma contraseña en todas nuestras cuentas puede resultar muy cómodo, es cierto, pero es una práctica que puede conllevar graves consecuencias para nuestra seguridad en Internet. Analicemos el de Marcos, un joven diseñador.
Marcos es un chico normal y corriente. Tiene una dirección de correo electrónico, una cuenta en Facebook, Instagram, Amazon, eBay, Steam y Battle.net, por no hablar de las otras cuentas que abrió en las decenas de tiendas online y en foros dedicados a su videojuego favorito. Todas estas cuentas están vinculadas a su correo electrónico.
Resulta que un día la base de datos de una de las tiendas online en las que Marcos había creado una cuenta, sufrió una fuga de datos (la base de datos se encontraba en un servidor de acceso libre y no estaba cifrada). No robaron datos de tarjetas de crédito, pero sí los correos electrónicos, los nombres de los clientes, las contraseñas de sus cuentas, etc. A simple vista, no parece que haya de qué preocuparse. Las fugas de datos de este tipo pueden ocurrir y estamos hablando de una pequeña tienda online, por lo que no sorprende que su propietario no sea un experto en seguridad informática, ¿verdad?
Desafortunadamente, los cibercriminales pensaron lo siguiente: ¿y si tenemos suerte y alguien utiliza la misma contraseña también para su correo electrónico? Pues, acertaron, ya que Marcos utilizaba la misma contraseña para todas sus cuentas, dejando así las puertas abiertas de su correo, donde los cibercriminales no solo encontraron las fotos que Marcos envió a Lucía, sino también los mensajes que recibió desde Amazon, eBay y otras empresas. ¿Y si Marcos utilizaba la misma contraseña en estas cuentas también?, se preguntaron los cibercriminales. Intentaron acceder a su cuenta de Amazon y… ¡bingo! Misma contraseña aquí también.
Después de encontrar la tarjeta de crédito vinculada a la cuenta de Amazon, los cibercriminales compraron un par de iPhone Xs y, entonces, se pasaron a Facebook, donde pidieron dinero a los amigos de Marcos con el siguiente mensaje: “Chicos, necesito que me presten dinero. Mañana que cobre se los devuelvo, lo prometo”. Algunos amigos cayeron en la trampa y enviaron el dinero, creyendo que fue Marcos el que envió el mensaje, no obstante, el dinero llegó directamente a los bolsillos de los cibercriminales.
Pero esto no acaba aquí. Los intrusos modificaron las contraseñas de cada cuenta a la que habían podido acceder, es decir, en el caso de Marcos, todas.
Uno de los amigos de Marcos en Facebook se percató de que algo no cuadraba y le llamó para asegurarse de si sí había sido él quien había pedido el dinero por Facebook. Desconcertado, Marcos encendió inmediatamente su computadora para cambiar la contraseña de Facebook, pero no pudo, ya que los cibercriminales se había encargado de hacerlo ellos mismos. Intentó restaurar la contraseña por correo electrónico, pero tampoco pudo acceder, pues también habían cambiado esa contraseña.
Ahí fue cuando Marcos se dio cuenta de que le habían hackeado todas sus cuentas. Llamó al banco, bloqueó todas sus tarjetas de crédito e intentó desesperadamente modificar las contraseñas de los pocos servicios que todavía seguían intactos, mientras hablaba con sus amigos para explicarles que no había sido él quien les pidió el dinero. Por cierto, tuvo que disculparse también con esos aquellos que ya le habían enviado dinero, y les aseguró que se los devolvería cuanto antes.
Por último, Marcos se prometió a sí mismo que nunca más volvería a utilizar la misma contraseña para diferentes servicios y que activaría la autenticación de doble factor siempre que fuera posible para garantizar la protección de los datos en Internet.
Fuente: Kaspersky Lab